Es éste un producto multimedia en todos los sentidos imaginables de la expresión. Un producto de nuestro tiempo. Esto implica: 5.500 imágenes de alta resolución, entre las que se incluyen fotografías de los mejores museos del mundo, adaptación de las tecnologías propias de los juegos, imágenes en movimiento que se pueden ampliar a gusto, documentos gráficos con selección de imágenes en primer plano, un mapamundi histórico que permite conocer lo que sucedía en un mismo período en distintos continentes, facilidades para copiar, pegar y exportar textos e imágenes (útil para los trabajos escolares), además de la posibilidad de hacer anotaciones que permiten personalizar el recorrido por la obra. Por último, un práctico índice de palabras e imágenes que a no dudar se agradece (aunque, ya puestos, hubiera sido deseable un glosario). Dividido en cinco CDs, uno de ellos para la instalación, la trayectoria de la obra va desde el Big Bang hasta nuestros días. A destacar los menús desplegables, que permiten pinchar e introducirse en asuntos relativos a un mismo tema o período. Las visitas virtuales se centran fundamentalmente en lugares inaccesibles o ya desaparecidos, además de barcos, plazas y un sinfín de sitios curiosos.
Dicho esto, la eficacia del producto debe medirse de acuerdo con su aspiración enciclopédica. ¿Ayuda al usuario a adquirir una perspectiva de conjunto sobre la historia de la humanidad? ¿O reproduce la fragmentación del conocimiento de la que tanto nos lamentamos? Más bien lo segundo que lo primero. Siendo como es ésta una obra en la que el despliegue tecnológico es tan espectacular, al primar las imágenes parciales sobre la continuidad histórica, las píldoras informativas sobre un mismo tema pueden dispersar a los usuarios que no tengan una previa idea global. Este es un problema que aqueja a muchas enciclopedias al uso y que, en este caso, se cuela en una obra por lo demás muy bien concebida y que, sin duda, reúne los requisitos de atracción de un público habituado a manejarse en entornos multimedia.