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Walt Whitman, el poeta de la Democracia - Araceli Otamendi
Jorge Luis Borges afirma en su libro “Introducción a la literatura norteamericana” que Walt Whitman (Long Island, 1819-1892) fue el poeta de la Democracia. Y esto ¿por qué? Porque Walt Whitman se propuso una obra mesiánica: la epopeya de la democracia en América...
Walt Whitman, el poeta de la Democracia
(Buenos
Aires) Araceli Otamendi
Jorge
Luis Borges afirma en su libro “Introducción a la literatura norteamericana”
que Walt Whitman (Long Island, 1819-1892) fue el poeta de la Democracia. Y
esto ¿por qué? Porque Walt Whitman se propuso una obra mesiánica: la epopeya de la democracia en América.
El
poeta preferido por Whitman era Tennyson, pero su obra exigía un lenguaje
distinto: el inglés oral de las calles americanas y de las fronteras.
Dice
Borges: “…intercaló además, en general de un modo incorrecto, palabras de las
lenguas indígenas, del español y del francés, para que su epopeya abarcara
todas las regiones del continente. En cuanto a la forma, rechazó el verso
regular y la rima y optó por largas estrofas rítmicas, inspiradas por los
salmos de la Escritura.
En
la épica anterior un solo héroe predominaba: Aquiles, Ulises, Eneas, Rolando o
el Cid. Whitman resolvió, en cambio, que su héroe serían todos los hombres…”.
El
Walt Whitman del libro es un personaje plural, dice Borges; es el autor y es a
la vez cada uno de sus lectores, presentes o futuros.
Aparecen
en el libro contradicciones como por ejemplo en un pasaje, Whitman nace en Long
Island; en otro, en el Sur.
También
está el gaucho y nuestra llanura. En los versos que cita Borges dice:
“Veo al gaucho atravesando
los llanos,
Veo al incomparable jinete
de caballos arrojando el lazo,
Veo sobre las pampaas la
persecución de hacienda salvaje…
Whitman
escribió sus versos con una concepción de América como un nuevo acontecimiento
que debían celebrar los poetas, en tanto que Edgar Allan Poe y los suyos la ven
como una mera continuación de Europa, sostiene Borges. El autor argentino
sostiene que la historia de la literatura norteamericana sería el incesante conflicto
entre esas dos concepciones.
En
el mismo libro, Borges se ocupa de Ezra Pound (1885-1972) quien suscitó los
juicios más contradictorios. Para Elliot fue el mejor artífice, para Robert
Graves, un simulador, dice Borges.
Pound
fue discìpulo del filósofo Hulme, con el cual inauguró el imagismo, destinado a
purificar la poesía de todo lo sentimental y retórico.
En
1928 le fue otorgado el premio Dial por su contribución a las letras
norteamericanas. Vivió en Rapallo, Italia, desde 1924, donde se convirtió al
fascismo y contribuyó por medio de conferencias radiales a la propaganda de esa
doctrina.
En
1946 fue llevado a su patria y juzgado como traidor. El tribunal lo absolvió
por irresponsable y fue recluido durante años en un hospicio para enfermos mentales.
Dice
Borges: “extrañamente Pound creía que la democracia, tal como Jefferson la
entendió, no es incompatible con el fascismo…”.
La
obra de Pound es de difícil o imposible lectura, sostiene Borges, y tiene
reminiscencias de Whitman.