El artista es el origen de la obra
(Buenos Aires) Claudia Susana Díaz
El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista. Ninguno es sin el otro. Sin embargo, ninguno de los dos es por si solo el sostén del otro, pues el artista y la obra son cada uno en sí y en su recíproca relación, por virtud de un tercero, que es primordial, a saber, el arte, al cual el artista y la obra deben su nombre.”
M. Heidegger
El arte como actividad creadora, integradora, conductora hacia el lenguaje íntimo expresivo, ocupa un lugar preponderante y privilegiado en el desarrollo de los pueblos.
Gracias a su aporte, no sólo reproducimos, sino producimos y elaboramos sentidos de vida que revelan la relación del hombre consigo mismo, con el mundo, con la naturaleza, con otros hombres y con Dios.
Vivimos tiempos sin tiempo, caracterizados por la masificación, el individualismo y la disolución de las diferencias que hacen a la esencia de todo ser humano libre.
La actividad artística posibilita, merced a los aportes individuales y personales, tanto el desarrollo y crecimiento propios, como también situaciones de intercambio, que fortalecerán lazos de comunicación, de integración e incluso de solidaridad.
El mundo antiguo privilegia la teoría, la filosofía, desocultando el ser a través del reconocimiento del mundo.
El mundo moderno privilegia la praxis, la ética, el ser se revela en lo pragmático. Los significados emergen de la praxis.
El mundo contemporáneo privilegia la poiesis como lugar de emergencia del sentido del ser. La poiesis no nombra o contempla al ser, sino en un lugar de producción del ser.
En el mundo contemporáneo, al reinar el sinsentido, el arte se ocupa de dar continuidad ontológica al sentido del hombre. Ya no hay un ser metafísico. Es el hombre que da sentido a través del arte, creando nuevos valores. Hombre y valores son finitos, se mantienen por la poiesis.
La obra de arte, como proceso, se va produciendo y desarrollando en el encuentro receptivo con “eso otro” que nos ocurre, nos toca, nos alcanza, nos transforma.
Debemos someternos a esa instancia de padecimiento, de tensión y abrirnos para que lo otro exista y tenga lugar, tomarlo, sin fascinarnos, sin quedar subyugados o atados. Para que la obra suceda, el artista debe dar respuesta productiva a esa experiencia de padecer.
La creación no es un monólogo aislado. Toda obra trae a los otros. Es abierta. Entra en diálogo con los que la observan y comparten, adquiriendo un significado al entrar en el mundo humano. Continúa produciéndose, interpretándose con los otros, es interactiva, está siempre en acontecimiento.
Según Gombrich el arte realmente no existe. Tan sólo hay artistas. Desde tiempos remotos los hombres dibujaban bisontes, con tierras coloreadas, sobre las paredes de las cuevas. Con el correr de los tiempos prepararon sus pigmentos, hasta llegar al presente para utilizar materiales industrializados que acortan los procesos. Entre los tiempos antiguos y la actualidad, unos y otros han realizado infinitas producciones, pero debemos tener en cuenta que las palabra arte significa muchas cosas distintas según la época y el lugar de producción.
Nunca se termina de aprender en lo referente a las manifestaciones artísticas y más aún en la actualidad. La comprensión del arte de hoy representa una tarea del pensamiento, llegando a ser el espectador, incluso, coautor de la obra.
Las grandes obras de arte parecen diferentes en cada nueva contemplación. Son inagotables e imprevisibles. ¿Muestran u ocultan? ¿Se dejan o no se dejan ver? ¿Son abiertas o son cerradas? ¿Completas o incompletas?
Siempre estamos descubriendo nuevos aspectos y de eso se trata el arte.
El arte no trae soluciones, aporta problemas. Mantenernos alertas a la realidad, con nuestra mente abierta, limpia, para dejar que la obra de arte crezca hacia adentro de ella, que nos interpele, que crezca más allá de nosotros mismos. Que permanezca viva y sujeta a múltiples interpretaciones.
Sólo de esta manera, ampliando el horizonte de la percepción visual, la capacidad de goce se multiplica.
Gozar de una obra y de su propio mundo inquieto, implica ser capaces de percibir cualquier nuevo indicio y hacernos eco de armonías ocultas.
Tener un espíritu capaz de elevarse por encima de todo, desechando palabras grandilocuentes y frases ya hechas.
Una obra es un juego de realidades diferentes, de símbolos y de intenciones.
Es pensamiento construido, no solamente con la lógica, sino también por medio de una conciencia intuitiva e instintiva.
(c) Claudia Susana Díaz
Claudia Susana Díaz es Licenciada en Artes Visuales, en la UMSA. Tuvo las enseñanzas de maestros como Adolfo Gollob, Ricardo Laham, Osvaldo Félix Pellegrini. Ariel Koffman, Claudio Lara, Marina Rothberg, Florencia Botindari, Guillermo Paolino, Gregorio Cerrolaza, Eduardo Iglesias Brickles, Alejandra Farley, María Sara Piñeiro, Florencia Battiti, Adriana Lauría etc. Actualmente soy Jtp.de Morfología en la Cátedra de Iniciación a la Historia del Arte a cargo de la Profesora Guadalupe Neves, en la Umsa. Da clases en su taller Close up.
Continúa su formación y realiza diversos cursos y seminarios. Actualmente cursa un posgrado en la UBA dictado por la profesora Patricia Artundo. Desde la historia del arte – curaduría. (2008). |