Aunque las estadísticas, los contenidos, el nivel del debate público, el grado de implicación de las instituciones involucradas, el volumen y orientación de las inversiones, el tipo de demanda de recursos y, en definitiva, el estado en que se encuentra la institución de la educación en España, no configuran, en conjunto, una imagen satisfactoria de la adaptación de la educación, en general, y los procesos de aprendizaje, en particular, a la sociedad de las redes que nos ha tocado en suerte, no por ello debemos despreciar la enorme progresión que se ha registrado en el país sobre la percepción del papel vertebrador que va a jugar la educación virtual. De los francotiradores de 1994-97, hemos pasado a la guerra de guerrillas y los equipos de comandos de \"desembarco rápido\" de los tres años siguientes. Ahora estamos en el umbral de tener que definir qué curso seguir: si redefinimos el papel de la institución de arriba abajo (y transversalmente) o continuamos con una política de retazos que, por definición, dispersa más confusión y desorden que otra cosa.
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