El niño actual vive en una realidad mecánica y muy artificial, casi mágica, en la que basta apretar un botón para pasar de un tiempo a otro, de una a otra realidad, de una película a otra. Lo que leo incita al consumo y a adoptar una actitud pasiva hacia la realidad de escuchar, esperar, ver y mirar sin saber ordenar ni elegir. Todo ello muy alejado de las verdaderas motivaciones de conocimiento, acción, intervención y transformación de lo que le rodea.
La escuela, que tiene que dar al niño la capacidad de poner en orden toda la información que recibe del exterior, tiene poca incidencia en el mundo afectivo-mágico del niño en contraposición a la influencia de los medios de comunicación (TV) a la hora de determinar costumbres, hábitos, gustos e influir en el pensamiento, porque tiene arrinconada en el almacén de los objetos viejos a la IMAGINACION, a la CREATIVIDAD; cuando precisamente la IMAGINACION puede ser el instrumento que le haga superar la desventaja motivadora que tiene respecto a los medios de comunicación, ya que la imaginación no es una facultad cualquiera separada de la mente: "es la mente misma en su totalidad la que, aplicada a una actividad y no a otra, se sirve siempre de los mismos procedimientos"(1) implicando en ello a toda la personalidad del niño. Así, a través de las historias y de los procedimientos que las producen, nosotros ayudaremos a los niños a "entrar en la realidad por la ventana, en vez de hacerlo por la puerta"(2). Esto es más divertido y, por tanto, más útil pues mientras el niño juega con la realidad, haciendo un uso fantástico de la información que almacena, aprende a conocerla.
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