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Hay que cambiar la proposición clásica de que la escuela prepara para la vida. Ya no vale para estos tiempos que corren. Hasta hace pocos años se aceptaba con resignado cálculo el aplazamiento de vivir que la escuela proponía. Uno se preparaba para ser algo cuando fuera mayor. Ser mayor y trabajar era el horizonte inmediato ante el que valía la pena enfriar el agua hirviente que nos bullía por dentro. -El vapor resultante de esta renuncia era la fuerza motriz de la adolescencia. La escuela era un paréntesis cargado de significado. La fiesta de vivir sería tanto más hermosa cuanto mayor hubiera sido el rechazo de la llamada oscura de vivir ya, del anhelo de saltar la tapia del cole.
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