Hay declaraciones de políticos que, con independencia del peso institucional o de la importancia ideológica que alcancen, algunos de nosotros leemos o escuchamos con vivo interés. La razón es doble, por la forma que tienen de expresarse y por las ideas que nos proponen. Sus palabras francas y algo apasionadas despiertan nuestra atención. Y complacen un íntimo deseo nuestro de comunicación con el proyecto público de aquellas celebridades. Esa es la experiencia que tuve cuando leía una entrevista del entonces ex juez y recién elegido diputado Baltasar Garzón (El País Semanal, 25-07-1993) y que parcialmente hemos comentado en el capítulo anterior. La entrevista, que lleva por título “Garzón: el último boy scout”, trata en un tono informal de la doble faceta política y jurídica del entrevistado, quien aprovecha la oportunidad para realizar una persuasiva justificación personal e ideológica.
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