La conquista de las aulas por los medios audiovisuales no es nueva. La transmisión de los conocimientos a los demás, necesidad implantada en la propia naturaleza del hombre, ha existido siempre, y siempre auxiliada en distinta medida por medios visuales. Los medios acústicos comienzan por la misma palabra; los visuales, por mostrar directamente el objeto motivo de enseñanza.
Es obvio que mostrar siempre el objeto es sencillamente imposible, por lo que desde los hombres de las cavernas hasta hace unas decenas de a::~.os el docente se ha servido fundamentalmente de la famosa "pizarra", que comenzó siendo la pared de la propia cueva para acabar en las modernas de material sintético. Pero la pizarra empezó, fundamentalmente en este siglo, a encontrarse acompañada por otras pantallas de proyección que recogían la luz proveniente de artefactos diversos y de aterradores nombres, casi todos poco utilizados hoy: episcopios, diascopios, epidiascopios, cinescopios... Aunque lo más aterrador no es la proliferación de nombres, sino el incremento paulatino de equipamiento en el aula, con distintos requerimientos para cada uno de los materiales que se desean mostrar.
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