Los niños nacen con uns predisposición innata hacia la sociabilidad. A lo largo de su infancia y, más tarde, en la adolescencia, irán adquiriendo las habilidades que les caracterizarán como «adultos», que les formarán como personas.
El proceso de socialización es largo; puede decirse que nunca termina; pero se pueden distinguir en él dos grandes fases: la socialización primaria, que abarca el período de la infancia y que se caracteriza porque el niño interioriza el significado de las normas que rigen su relación con los demás, y la socialización secundaria, que acostumbra a iniciarse
en la adolescencia.
Pasan desde un sentimiento profundo del «yo» a una necesidad básica de los «otros», del grupo. No puede hablarse, pues, de actividades de dinámica de grupos propiamente dicha hasta que los niños alcanza un grado madurativo determinado, que suele producirse entre los tres y los cuatro años; pero sí debemos hacer mención de la importancia que tiene toda una serie de actividades preparatorias, ya que pondrán las bases para un futuro trabajo grupa). Serán actividades en las que el desarrollo y la conducción estarán totalmente a cargo de la persona educadora y de marcado carácter individual, aunque cuenten con la presencia y la observación atenta de todo el grupo.
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