Introducción
En la propuesta didáctica «Técnicas de dinámica de grupos para educación primaria», paralelo al presente, que podéis encontrar en Aula, n. 66, correspondiente al mes de noviembre pasado, decíamos:
Desde el bebé solo entre otros hasta el entusiasta pandillero del final del ciclo superior de primaria, hay más trecho recorrido que desde España a Filipinas. El desarrollo natural sopla a nuestro favor en la tarea de socialización del alumno y de alumna. Las técnicas de dinámica grupal cabalgarán cómodamente sobre la evolución espontánea de niños y niñas. Acelerarán, perfeccionarán, ampliarán, corregirán y mejorarán lo que se desenvuelve espontáneamente desde el propio sujeto infantil.
No podemos decir exactamente lo mismo de etapa de secundaria obligatoria, que nos ocupa este artículo, y estamos hablando en general (generalizar, decíamos allí, es el pecado capital de la psicología evolutiva). ¿En qué sentido? Precisamente el muchacho y la muchacha preadolescentes o adolescentes tienden a vivir intensamente el grupo
de amigos. La natural dinámica de un grupo formado por personas de estas edades es intensa, variante, vívida, arrebatada a veces. No haría falta intervenir excesivamente en su dinámica. El educador podría estorbar profundamente las relaciones interpersonales
que conforman los grupos humanos la educación secundaria.
Todo esto es verdad y mucha verdad. Pero hay que tener en cuenta que, con nuestras técnicas, y acuerdo con los objetivos trazados por la reforma educativa, pretendemos abrir los horizontes de pequeños grupos naturales, muy fuertes y absorbentes en este período. En modo alguno deseamos entorpecer los grupos de amigos o amigas; sería una finalidad funesta pretender descafeinar los avances, muy tambaleantes aún, de la amistad adolescente que queremos es aprovechar este impulso tan claro para encauzarlo de un modo abierto, dialogante, maduro, tolerante, superador de círculos exclusivos.
La mejor pedagogía (incluso desde el punto vista ergonómico) es la que aprovecha al máximo impulsos y necesidades naturales del educando y conduce expertamente hacia los objetivos más provechosos para el propio educando. El educador debe parecerse más a una central hidroeléctrica que a una central térmica o atómica: aquélla aprovecha, encauzándola, la energía natural del río y le saca provecho sin dañarla; éstas introducen unos elementos ajenos al entorno, que pueden perturbar notablemente el medio natural y sus procesos .
La tendencia al grupo pequeño, críptico, esotérico a veces, debe compaginarse con la apertura hacia formas de pensar y hacer bien distintas. Más aún: la cerrazón en unos grupos humanamente cómodos podría impedir la progresión hacia el pluralismo
democrático y enriquecedor. No les conviene; no decimos «no nos conviene», sino no les conviene. Sí a los grupos compactos (especialmente compactos entre las chicas); pero también sí a la oxigenación, más difícil en esta época que en las anteriores y posteriores. Por todo ello, nuestra acción educativa tiene que ser muy programada en este campo; es posible que encontremos resistencias instintivas. Es normal que, cuando llevemos a cabo
nuestras actividades de dinámica de grupos, observemos a menudo las miradas de complicidad entre los componentes de los grupos naturales, lo cual no es una tónica en la etapa de primaria. Ciertas conductas clónicas de los integrantes de una misma
pandilla (a veces como resultado de la consigna, explícita o tácita, siempre discreta, de su líder) serán normales y esperables. Debemos contar con ello e incluso aprovecharlo dentro de lo posible. Puede aparecer la resistencia a tomar parte en ciertas actividades programadas por el tutor o la tutora. En este caso, debe entrar en juego nuestra habilidad
para intentar que el alumno valore el beneficio que le reportará a él mismo y al grupo el hecho de participar en ellas. Si el chico o la chica continúa reacion a integrarse en dichas actividades, debemos respetar su opción; sería improcedente e incluso nocivo que lo coaccionáramos a tomar parte en ellas a disgusto; podría echarnos al traste la actividad.
Quizá en otro momento cambie el criterio y acepte tales actividades. Ojalá todas las actitudes sean positivas; aceptemos las indiferentes; pero ¡mucho cuidado con las negativas! Demos una ojeada a lo que ocurre, a grandes rasgos, a lo largo de esta interesante etapa evolutiva; repetimos que la psicología evolutiva siempre peca de lo mismo: de la generalización. Lo que sigue tiene, pues, un valor muy, pero que muy general. Atenderemos de forma predominante, casi exclusiva, a las características evolutivas que incidan en la sociabilidad, en el desarrollo y en las vicisitudes de su relación grupal. Dejaremos aparte otros aspectos que no inciden de forma tan directa en la sociabilidad y, en general, en las relaciones humanas.Dejemos hablar a los protagonistas y luego consignaremos nuestra breve síntesis.
lo ponemos en boca de un chico, no por prejuicios
sexistas sino simplemente porque... había que optar
por un protagonista del monólogo. Pero, no os alarméis,
el chico también nos informará de algunos
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