"...descubríamos que la filosofa y las ciencias humanas vivían según una concepción muy tradicional del sujeto humano y que no bastaba con decir, ya sea con los unos, que el sujeto era radicalmente libre, ya sea con los otros, que estaba determinado por condiciones sociales. Descubríamos que era necesario liberar todo lo que se oculta detrás del empleo aparentemente simple del pronombre yo'. El sujeto: una cosa compleja, frágil, de la que es difícil hablar y sin la cual no podemos hablar" (Michel Foucault, citado por Koudinesco y Plon, 1997:984).
El interrogante sobre el aprendizaje de la vida interrogante que se despliega en el triple cuestionamiento kantiano: ¿qué debo hacer? ¿qué puedo hacer? ¿qué me cabe esperar? se concreta para el formador y para el formador de formadores sólo en parte, naturalmente, porque el enseñante, sea cual sea el nivel en el que ejerza, es mucho más que lo que esa sola función permitiría pensar en esta pregunta: ¿cómo abordar su propia formación y la formación del otro. En los últimos años, y tras una larga temporada de ostracismo, el pensamiento de raigambre marxiana vuelve a ser convocado quizás en parte gracias al permiso de circulación que la psicopedagogía anglosajona ha concedido, con tanto éxito, a la escuela históricocultural vigotskiana para orientar respuestas a tan básicos interrogantes. En el contexto de este regreso de los "espectros de Marx" (Derrida, 2993), mi pretensión en este artículo es compartir algunas reflexiones sobre el hecho de que el pensamiento educativo incluido el que se denomina crítico sea, sin embargo, tan renuente a recuperar uno de los dos extremos el psicoanalítico de lo que constituyó uno de los más enriquecedores diálogos intelectuales de la segunda mitad del siglo que ahora termina (él freudomarxismo) y sobre las consecuencias que la presencia o ausencia de la dimensión psicoanalítica en la reflexión sobre los modelos deformación pueda tener sobre éstos.
|