Aunque Einstein advirtió que toda teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia; puede considerarse vigente la sentencia popular según la cual no hay nada tan práctico como una buena teoría. O la de Leonardo da Vinci afirmando que los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van. Viene todo ello a cuento, al abordar el tema de la televisión como inductora de valores, por cuanto abundan entre los enseñantes las reticencias ante todo lo que suene a elucubración y teoría y, en contrapartida, crece entre ellos la tendencia a acogerse a toda propuesta didáctica que se presente en forma de receta, práctica, cómoda y fácil de aplicar. El análisis de los efectos de la televisión y la praxis educativa que debería hacer frente a estos efectos son tareas que no deberían acometerse nunca sin un riguroso planteamiento teórico que los sustentaran. Si esto es válido para toda práctica, ha de serlo de manera especial en unos casos como éstas, en los que la ausencia de fundamentación teórica, o una fundamentación teórica deficiente, puede dar lugar a un tipo de educación equivocada o, cuanto menos, a la ausencia de una educación específica.
|