Las cuestiones de las políticas ambientales, la calidad de vida en el ambiente urbano y la urgencia de la entrada de los jóvenes al mundo del trabajo guardan entre sí una relación muy estrecha.
El panorama no es demasiado estimulante: hay una triste correspondencia entre la arrogancia destructiva de las grandes potencias industriales del mundo occidental y los espacios cada vez más densos y violentos de las aglomeraciones urbanas, grandes o pequeñas. De igual modo, existe una inevitable relación entre la degradación de las periferias y la falta de perspectivas laborales para los jóvenes europeos. Mientras tanto, la escuela y, más en general, el sistema educativo permanece estratégicamente anclado en una postura de exasperante espera de un milagro ante un mercado ya saturado y sólo abierto al comercio de armas, drogas y artículos de consumo superfluos.
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