Para bien o para mal, parece haber acuerdo en que la educación secundaria obligatoria es la piedra angular de la reforma educativa que se está aplicando en España. Los esfuerzos oficiales por implantarla , incluso anticipadamente y sin que se den todas las condiciones necesarias para su éxito , las resistencias que manifiesta una buena parte del profesorado , la contestación social en algunas zonas, el anuncio de que tal vez se vaya a producir un retraso en su implantación, son todos ellos síntomas de la importancia que se concede a este último tramo de la educación obligatoria. También parece haber consenso en torno a la ineludible necesidad de proporcionar al profesorado la formación necesaria para hacer frente a los fines diferenciados de esta etapa, a los nuevos contenidos de los currículos oficiales y a la ampliación de funciones y competencias que se derivan de unos y otros. Las administraciones organizan numerosas actividades de formación, el profesorado y los centros la reclaman y los agentes sociales la exigen como imprescindible.
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