La sociedad de la información exige una nueva educación, una escuela renovada que no rehuya la innovación. A su vez, la nueva educación reclama también un profesor nuevo. No un erudito, sino un guía; un acompañante que sepa navegar, interpretar la superabundancia de información, para evitar los riesgos de la educación-basura. El profesor es un estimulador del aprendizaje del alumno, quien, por su parte, debe prepararse para navegar por los océanos procelosos de la información. La informática potencia la autonomía del alumno, pero también le exige mayor responsabilidad para graduar su autoaprendizaje y mayor madurez interpretativa de la realidad. El ordenador obliga a repensar la escuela, a redefinir los papeles del profesor y del alumno, pues acabaremos transitando del aula real a la virtual. La informática no se basta a sí misma. Es un apoyo para el profesor, no su sustituto (afortunadamente). \\\\\\\"Un buen programa de ordenador de enseñanza de lenguas no alcanza a hacer el trabajo de un mediocre profesor\\\\\\\", dice Picó. Fuera del aula, en el mundo real, serán necesarias las grandes síntesis. Los mejores comunicadores serán quienes logren transmitir más información con menos palabras, los que sepan editorializar, hacernos ver el bosque entre el amasijo de árboles de la información. Hace falta un columnismo inteligente que dé vida a la información. El modelo comunicativo que se impone es el periodístico, basado en un mensaje breve y directo, contado en un estilo ágil, con unos contenidos bien seleccionados y una información jerarquizada según su relevancia. No habrá tiempo para divagaciones
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