Mira su rostro en el espejo y no encuentra más que soledad. Puede ver el par de ojos obscuros que Dios abrió con una caricia, así como los oídos dentro de los que sopló suavemente, enseñándole a escuchar. La nariz fina y respingada, moldeada con barro, agua y la divinidad de la tierra mojada. Las cejas sobre los ojos, esas cejas que siempre le han parecido tan extrañas. También puede ver sus labios delgados y pálidos, los labios en los que Dios olvido dibujar una sonrisa. Por eso cuando mira su rostro en el espejo, no encuentra más que soledad
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