Habrá quienes piensen que los libros están condenados a desaparecer. También tienen algo de razón los actuales profetas de la ciencia, glorificando a la Internet y al ciberespacio como alternativas universales de unión entre los hombres. Otros pensarán en las multiopciones que ofrecen estos medios, desde una plática en el Chat hasta ordenar pizza desde una PC. Todo ello aparece como una realidad superior a nuestras no muy arcaicas fantasías.
Con todo, como decía una banda de rock de la que tal vez nadie tiene idea ya, “el futuro es tan brillante que tengo que usar lentes oscuros”. Eso es lo que ocurre precisamente en este presente continuo, alargado y multiforme que modificamos cada segundo: las novedades tecnológicas pareciera que desbordan el control y la capacidad del usuario. Estamos ante el juguete más nuevo a nuestro alcance, y eso que tiene cerca de treinta años.
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