Los medios de comunicación comparten con la ciencia y la educación la tentadora, sugestiva y arriesgada función de producir y sistematizar la información y el conocimiento para el público. Las interacciones sociales de estos conjuntos de fenómenos resultan apasionantes y pueden promover opciones de futuro que empiezan a ser hoy consideradas y estimadas.
Ello obliga a replantear las relaciones entre las dos gigantescas fuerzas del mundo de final de siglo, ciencia e información, a las que debe añadirse la educación. Desde los años cincuenta vengo tratando de promover entre comunicadores, científicos y educadores una respuesta coherente a esta pregunta: ¿es posible popularizar la ciencia y la tecnología, para que puedan insertarse realmente en nuestra sociedad?
Algunos de los desaños en este campo se relacionan con las tecnologías que ya podemos llamar convencionales, básicamente la radio, el cine y la televisión, y con sus posibilidades para cumplir los objetivos educativos del periodismo científico, lejos todavía de las esperanzas iniciales. Otros se derivan de esos dos grandes conjuntos de ciencias, tecnologías y tendencias que llamamos biosociedad y sociedad de la información.
Un grupo de problemas está vinculado con la educación. En nuestro tiempo coexisten e interactúan dos modos de aprendizaje: la escuela y los medios de comunicación de masas. Ello hace necesaria una educación en materia de comunicación, lo que la Unesco llama edocomunicación, que afecta a educadores, informadores y padres y madre
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