En materia educativa y tecnológica, la transformación que se ha producido en el seno de la sociedad ha sido muy llamativa en estas últimas décadas; quizá, en cierta medida, por el avance desencadenado desde los sectores industriales productores del equipamiento necesario para el desarrollo de una buena parte de las actividades humanas.
La sociedad actual, si partimos del conocimiento previo de otras épocas, ha cambiado sustancialmente. Lejos quedan ya aquellos libros en blanco y negro, aquellos textos de estudio en los que aprendimos a ser, a conocer el mundo, a saber de los demás, a relacionarnos con el entorno, ... En la historia de la Humanidad vemos cómo la transformación económica influye, esencialmente, en la entidad del hombre; los cambios se producen -con una mínima constatación de los mismos- cada vez más rápidamente, y apenas podemos apreciar el esfuerzo científico que está originando este cambio, dada precisamente la saturación ocasionada por la oferta que se hace a la sociedad. Hoy, precisamente, formamos parte de la sociedad tecnológica, abocada a una continua sorpresa que, de seguir así, absorberá al hombre sin que apenas él, origen y fin de todo el proceso, se de cuenta.
La escuela, el hogar, la sociedad, todos los ámbitos están sufriendo una transformación importante y ello repercute en la ubicación del individuo, en sus hábitos y costumbres, en sus motivaciones, en sus intereses. Estos cambios provocan una respuesta inmediata, de ruptura en unos casos, de adaptación en otros, que demandan una atención expresa e individualizada. Por ello, si la que es figura principal del acto educativo se adapta a las nuevas condiciones ambientales, con mayor rapidez lo deben hacer las estructuras docentes y el conductor-mediador del proceso de aprendizaje
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