La dificultad de las técnicas de información para incrementar la productividad de los trabajadores de cuello blanco desemboca en el estancamiento económico y las desigualdades. Para superar estos escollos, las empresas deberán adecuar sus estructuras a las dimensiones humanas de la solidaridad.
La revolución de la informática y de las telecomunicaciones a menudo es denominada posindustrial, por afectar en primer lugar a los trabajadores de cuello blanco y al sector terciario. Pero, como las revoluciones industriales precedentes, ha de suscitar rendimientos de productividad suficientes para amortizar los elevados costes de su puesta en práctica. En el pasado, esto sólo pudo lograrse mediante profundas mutaciones en la organización de las empresas y en las formas de vida de los trabajadores. En la actualidad se observa claramente un desencadenamiento bastante anárquico de fusiones, adquisiciones, alianzas y reestructuraciones, bajo la presión de la crisis económica y de las políticas de desregulación y descentralización. El objetivo, sin embargo, no se ha logrado todavía, si observamos que la productividad de los trabajadores de cuello blanco, y en el sector servicios donde son predominantes (administraciones, educación, profesiones liberales, servicios financieros y profesionales y, más en general, gestión interna y externa de las empresas), parece estar desesperadamente estancada
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