Quisiera reflexionar en torno a la complejidad de la relación medio/audiencia en la sociedad contemporánea. La relevancia es clara: es cierto que la reciente explosión de la oferta comunicacional, la llegada de nuevas tecnologías y su rápida asimilación dentro del entorno familiar, las innovaciones comunicacionales de una sociedad políticamente multipartidista y la coexistencia de complejos sistemas culturales dentro del mismo sistema social han llevado a los investigadores de la comunicación a plantearse que hoy, más que nunca, la intrincada naturaleza de la relación medio‑audiencia rebasa los alcances explicativos de cualquier modelo unidimensional.
A esto hay que agregar el tan variado repertorio de intencionalidades y funciones atribuibles al flujo comunicacional. Actualmente, lo mismo encontramos posturas optimistas de quienes afirman que los medios informan, persuaden, motivan, instruyen, divierten, entretienen, educan y concientizan, que toda una gama de interpretaciones pesimistas, las cuales confieren a la comunicación responsabilidad sobre fenómenos de consumismo, apatía, desinformación y en casos extremos de pérdida de conciencia. En los últimos años, se ha desarrollado inclusive un número de estudios que, al margen de los debates sobre la influencia de los medios, sugiere, por el contrario, que éstos son utilizados por las audiencias en términos de sus necesidades específicas; aquí se menciona que los auditorios buscan en los medios fuentes de graficación, sentido e identidad.
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