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El discurso sobre la convergencia/ divergencia de los sectores de telecomunicación y audiovisual tiene muchas lecturas. Pueden analizarse los factores de integración y oposición bajo diferentes puntos de vista: tecnológico, económico, comercial, jurídico, operativo, social, etcétera, y en todos ellos encontraremos aspectos positivos y negativos, ventajas e inconvenientes, dependiendo no sólo del factor considerado, sino del lado en el que nos pongamos al hacer el análisis. Incluso la especulación del futuro puede ser un parámetro que incida sobre la opinión actual.
Por ello parece más realista hacer el análisis constatando algunos hechos de ambos sectores que nos permitan plantear de una forma más aséptica ‑ya que decir independiente podría considerarse pedante‑ la razonable evolución de su futuro.
La primera cuestión a destacar es la gran diferencia de disciplina académica de los respectivos protagonistas. La telecomunicación es un sector que involucra una gran carga tecnológica de ingeniería, de desarrollo, con industrias, servicios y profesionales dedicados a poner en manos de los usuarios instrumentos que les permitan enviar y recibir información de cualquier tipo, pero con origen y destino entre los propios usuarios. Los profesionales de la telecomunicación no tienen la menor influencia sobre los contenidos de la información que transportan y, a lo sumo, la pueden interrumpir. Son técnicos, ingenieros, simplemente técnicos, ingenieros, pero protagonistas de un poderoso sector económico que está condicionando la forma de relación de la humanidad.
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