Europa se halla atrapada en sus propias paradojas, en unas tendencias de sentido contrapuesto. La búsqueda de una cultura común se enfrenta a una orientación, cada vez más arraigada, de profundización en los antecedentes históricos de cada pueblo. La primera se apoya en la intención de dar una coherencia y una vitalidad a los enfoques políticos y económicos. La segunda arraiga en unos fundamentos antropológicos y sociales.
La creación de un espacio audiovisual europeo se plantea con el objetivo de amalgamar las dos tendencias. Si en otros tiempos las peregrinaciones, los mercados, los puertos, las guerras, etc., fueron los procesos de comunicación para los intercambios culturales, para el desarrollo de estilos artísticos, para la homogeneización de valores y costumbres, se piensa que en la actualidad esta función tiene que ser desarrollada por los nuevos sistemas técnicos, particularmente los audiovisuales. La velocidad que éstos imponen a los intercambios de informaciones favorecerán la aceleración de los procesos interculturales.
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