La experimentación del videoteléfono en Biarritz permite comprobar la adecuación de una tecnología a las demandas sociales. Pero también muestra la influencia de este nuevo servicio sobre las relaciones sociales.
Videoteléfono: los aficionados a la ciencia‑ficción conocen desde hace tiempo este aparato sinónimo de interactividad visual y auditiva. Desde hace tres años, la ciencia y la tecnología han convertido la ficción en realidad en Biarritz, en donde 1.400 abonados podrán en lo sucesivo efectuar «desplazamientos inmóviles». De este modo les será posible ir de visita a casa de alguien sin moverse de la suya, ver los escaparates de los comerciantes sin desplazarse, estar a la vez aquí y allí, de vivir lo lejano en el acto, en resumen, tender a la ubicuidad.
Pero si la ciencia ha permitido a la ficción convertirse en realidad, sigue siendo la ciencia‑ficción la que parece controlar el conocimiento que se tiene de esta nueva realidad. Un gran número de representaciones, que van desde el sueño paradisíaco a la visión apocalíptica, nos describen, en efecto, lo que serán nuestras sociedades cuando el conjunto de la población haya accedido a las nuevas tecnologías de la comunicación y, más concretamente, al videoteléfono. Estas representaciones puedan ser interesantes en tanto que reveladoras de necesidades o de tensiones que traspasan el cuerpo social, pero no nos enseñan nada sobre la utilización y las prácticas reales del videoteléfono.
Las páginas que siguen aspiran a presentar algunas hipótesis sobre la naturaleza de los usos efectivos del videoteléfono, actualmente experimentado en Biarritz. Y esto no a partir de la proyección de lo que ya se conoce acerca de las utilizaciones de otros aparatos mediáticos (bajo pretexto de que puedan agruparse bajo el mismo término de «nuevas tecnologías de la comunicación»), sino de la observación práctica
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