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Los estudios de sociología de la comunicación de masas, en nuestro país como en otras partes, se ven fuertemente condicionados por las influencias de su contexto social. En el caso de España, y durante muchos años, fueron las condiciones políticas quienes ejercieron la principal influencia sobre la sociología de los mass media: primero y durante el franquismo, por un estricto control que supeditaba la actividad académica a la defensa de la «doctrina española de la información» (1) y ya en la transición democrática, por la propia novedad y fuerza de sus acontecimientos políticos.
En los últimos cinco años (1986‑1990), a los que aquí haremos referencia, el protagonismo se ha ido desplazando de la política a los propios medios y a sus industrias, determinando así un nuevo finalismo en la investigación sociológica, ya mucho más próxima al marketing que a los grandes objetivos de la sociología de la comunicación y de la cultura.
En este tiempo, la «academia» ha perdido influencia y no sólo porque el finalismo de la investigación ha determinado el secretismo, la privatización del conocimiento sobre los mass media, sino también porque la propia «academia» ha tendido a encerrarse en sí misma, más pendiente de la producción burocrática (oposiciones, concursos, memorias, currículums, etc.) que de la interpretación de la realidad cambiante de la comunicación.
Por su parte, la evolución de los mass media es tan acelerada que incluso eligiendo este corto espacio de tiempo de cinco años, es posible catalogar una larga lista de acontecimientos y detectar importantes cambios estructurales.
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