La evolución de ambos sectores parece divergente. Pero, más allá de los fenómenos coyunturales, la tendencia conduce a la multiplicación de los puntos de convergencia. La fusión entre ambas industrias no se divisa sin embargo.
Actualmente es, cuando menos, paradójico buscar convergencias entre la evolución de las industrias de telecomunicaciones y el audiovisual.
Cada una de estas dos ramas, en efecto, parece orientar su futuro por vías bien diferenciadas. En la mayor parte de los países de la Europa del Oeste, los signos de «diferenciación» de aquéllas son, de todos modos, mucho más evidentes que los signos de aproximación.
Del lado de las telecomunicaciones, después de una fase de fuerte crecimiento del consumo telefónico de base, ligado a la electronización de las redes, las alteraciones en curso realizadas a imitación del sistema norteamericano tienen por objetivo, más o menos claramente confesado, facilitar el desarrollo a gran escala de servicios a las empresas y, muy particularmente, de servicios de valor añadido, suponiendo esto una cooperación reforzada con las firmas privadas de materiales, con las redes transnacionales y con los productores de servicios, en un marco cada vez más alejado del régimen de «monopolio público».
Del lado de la comunicación audiovisual, la creación de cadenas comerciales gratuitas o de pago, las dificultades encontradas por las cadenas públicas para adaptarse a las nuevas condiciones y la aparición, más o menos acentuada, del cable o, incluso, de la transmisiones por satélites, son fenómenos destacados de los años 80.
Según los Estados, la desestructuración del sector público, surgido después de la Segunda Guerra Mundial, ha comenzado ya, en mayor o menor grado; pero, en cualquier caso o casi, los sistemas nacionales han sufrido cambios internos o externos tales que su perennidad ya no está asegurada; menos aún cuando un pequeño número de grupos de comunicación están reforzándose permanentemente y controlan, en lo sucesivo, una parte importante de los mercados audiovisuales europeos.
Por ambos lados, las evoluciones son, pues, aparentemente, muy divergentes; ya están lejos los tiempos del desarrollo de la televisión recién nacida, al menos en Europa, apoyándose sobre las adquisiciones tecnológicas y organizativas de las telecomunicaciones. El cordón umbilical se ha roto y las relaciones entre la casa madre y el turbulento retoño se han difuminado.
Además, tanto el saber hacer como las modalidades de gestión de las telecomunicaciones y, también, del audiovisual, parecen alejarse cada día más como unos mundos profesionales que se ignoran y evolucionan, en adelante, en paralelo y prácticamente sin interacciones
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