Tradicionalmente la reflexión y el diseño de las políticas culturales en México se ha caracterizado por considerar las problemáticas referencias al campo educativo, museográfico, arqueológico, etnográfico, operístico, dancístico, musical, literario, etc., pero sistemáticamente ha marginado la inclusión de los medios de comunicación en dicha área. Esta grandísima omisión, por una parte, ha reflejado la existencia de una lengua esencial del sector pensante del país, y por otra, ha provocado una enorme contradicción entre lo que se siembra mentalmente por la mañana y lo que se destruye cognitiva y afectivamente por la tarde y noche.
Así, en primer término, al dibujar el sector intelectual del país las políticas culturales sin la incorporación de los medios de comunicación modernos, lo que pinta es sólo la sombra del problema y no la esencia de la realidad que vivimos en la sociedad mexicana de 1989. Es decir, al no considerar la presencia de los canales de información en esta reflexión y acción, lo que se aborda es la realidad cultural del México del siglo XIX, donde no existía la comunicación de masas, y no la de finales del siglo XX, que es la que hoy vivimos, pues si algo ha cambiado tajantemente la realidad ideológica del país después de la Conquista Española, la acción de la Iglesia y la intervención del Aparato Educativo en nuestra sociedad es la presencia de los medios electrónicos de información. Es más, podemos decir que existe con toda claridad una mentalidad, una sensibilidad y una imaginación nacional antes y después de la aparición de los medios de comunicación, particularmente de la radio y la TV.
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