Hay dos maneras de tratar este tema, igual que en el cuento del vaso ocupado hasta la mitad con agua. ¿Está semivacio o semilleno? No importa que se elija la respuesta optimista o pesimista, nadie puede negar que las nociones de integración y comunicación circulan juntas desde hace varias décadas y que más de una vez coincidieron en experiencias prácticas. Sería injusto atribuir la general debilidad de los resultados obtenidos a la flaqueza conceptual de las propuestas o al insuficiente ánimo de sus portadores. El número y la calidad de iniciativas, energías y recursos empleados son prueba suficiente de la persistente voluntad de sostener y estabilizar la reunión de esas dos ideas motrices.
Para no retroceder demasiado en el tiempo, hay que remitirse a los potentes argumentos utilizados durante los años sesenta y setenta para enjuiciar a los monopolios informativos internacionales. Desde entonces se dice, en efecto, que la función comunicativa debía atender a tres objetivos básicos: 1) sostener y expandir las identidades culturales, 2) integrar los territorios y 3) favorecer los programas generales de desarrollo económico‑social Basta una rápida revisión al ideario de la integración regional para percibir la igualdad de objetivos.
Otra coincidencia se refiere a las demandas por una mayor horizontalidad de los flujos informativos para atender a la realidad histórico‑política de la región y respetar el principio de igualdad de oportunidades. La horizontalidad, por cierto, es un concepto irrenunciable de la integración, su principal virtud y su mayor desafío, porque a partir de elementos desiguales debe construir un sistema armónico, equitativo, asentado, en definitiva, sobre aquel mismo principio de oportunidades iguales para todos.
Hay que destacar, asimismo, que ningún sector particular puede reclamar el patrimonio exclusivo de esa voluntad. La historia de los innumerables estudios y proyectos, así como de la más restringida cantidad de ejemplos concretos, comprueba que esos impulsos se han manifestado mayoritariamente en el Estado, pero también aparecieron en la empresa privada o en emprendimientos combinados, muchos de ellos con la cooperación y la solidaridad internacionales proporcionada tanto por entidades privadas, estatales e intergubernamentales, como por agencias y fondos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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