El ordenador se revela como un valioso instrumento para la creación artística. Sus perfeccionamientos tecnológicos, la creciente accesibilidad de su uso y sus lenguajes, y la propia irrupción de nuevos autores técnicos dan paso a propuestas esteticas innovadoras.
El dibujo animado y los efectos especiales en cine permiten superar hasta un cierto nivel las limitaciones de la cámara- espejo; el cine “de truco” permite producir fantasías visuales que van ciertamente más allá de la realidad. Sin embargo, se trata de imágenes necesariamente limitadas por la propia existencia física de los objetos a los cuales corresponden: acetatos, miniaturas, maquetas... El resultado es una propuesta estética en la que reina la inocencia (dibujos animados) o una física si se quiere galáctica (efectos especiales), pero, como ya dijo Newton, idéntica a la terráquea. Por más que se agudice el ingenio, los objetos filmados mediante trucos cinematográficos obedecen finalmente a las leyes de la mecánica y de la gravedad. En este sentido, subsisten las limitaciones finales de la cámara como instrumento creativo.
Pues bien, después de la fotografía y del cine, después del truco y del efecto, el ordenador representa el gran salto adelante en la creación de imágenes. Con él el mundo de objetos a visualizar se extiende inmensamente, con él es posible manejar objetos que no existen previamente en una realidad física “tocable” ‑otra cosa es su existencia electrónica‑ y que por tanto pueden comportarse, si se desea, obedeciendo a leyes completamente diversas de las leyes naturales. El ordenador se revela, pues, como un instrumento potencialmente valiosísimo para la creación artística.
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