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Comencemos entonces por ubicar la "cuestión regional", por qué la región se ha vuelto tema y referente obligado en los últimos años tanto en el ámbito de los movimientos sociales como de los trabajadores culturales, de los políticos y de los investigadores. Desde la gente que lucha en la base, ya sea en los paros cívicos y los movimientos barriales, hasta los que se ocupan de pensar la dinámica cultural de nuestras sociedades, la búsqueda y defensa de la autonomía regional se halla de una manera u otra vinculada a la crisis de lo nacional. Crisis no sólo de una identidad simbólica, sino de la nación como sujeto capaz de hacer real aquella unidad que articularía las demandas y representaría los intereses de las diferentes partes que cobija su idea. Crisis a la vez operante y aplazada en América Latina desde el tiempo en que las naciones se hicieron "a costa" de las regiones, esto es, no haciendo converger las diferencias, sino subordinándolas, poniéndolas al servicio de un Estado que más que integrar supo centralizar.
¿Qué ha llegado a ser lo nacional en cuanto estructura de representación y participación en las decisiones? Ahí apunta sin duda la dimensión política de que se carga hoy la cuestión regional: ya no podemos pensar la diferencia sin pensar la desigualdad. De manera que hablar de identidad cultural implica hablar no sólo de acentos y costumbres, de músicas y artes, sino también de marginación social, de expoliación económica y de exclusión en las decisiones políticas. Que una región está hecha tanto de expresiones culturales como de situaciones sociales a través de las cuales se hace visible el "desarrollo desigual" de que está hecho el país. La región resultará además expresión de una particular desigualdad: aquella que afecta a las etnias y culturas que, como los negros y los indígenas, y otros también, son objeto de peculiares procesos de des‑conocimiento y desvalorización. Nos referimos a identidades culturales no reconocidas pero utilizadas ideológicamente para descargar sobre ellas el resentimiento nacional, para echarles la culpa del atraso y ejercer sobre ellas un racismo que la retórica populista no alcanza nunca a disfrazar del todo.
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