Más de un joven periodista chileno no oculta sus preocupaciones ante el futuro democrático que avizora para su país.
En total, los reporteros y redactores de los principales diarios, revistas y radios de Chile no sobrepasan las 500 personas. Un pequeño núcleo sobre el cual cae la responsabilidad de construir las nuevas interpretaciones y los nuevos escenarios de símbolos y diálogos, para descubrir el país de los noventa y lo que piensa su gente.
Tienta imaginarse la vitalidad del país, tras recuperar el derecho a crear sus nuevas representaciones. A sacar la voz con distintos tonos. A la multiplicación de los rostros, de los discursos, de las instituciones y los escenarios. El país de la próxima década será de ebulliciones, una vez cruzada la frontera crítica de la transición.
En ese marco, el mundo de los periodistas enfrentará un hecho ya en germen: la creciente multiplicación de la noticia.
Y con ello el desafío de saber distinguir entre la diversidad de voces, de identificar sus coherencias, de hacer visibles las tendencias subyacentes. En suma, de diseñar las alternativas en la hoja de ruta de un país mucho tiempo marcado por lo preestablecido inviolable.
En lo que viene tendremos que aprender a mirar. Y a ver. Es una práctica muy perdida en el periodismo chileno de hoy. Perdida porque el sistema gestó un periodismo castrado, donde la investigación y las preguntas directas no han tenido espacio. Y quienes se jugaron por ello, han vivido los altos costos de esa audacia.
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