A pesar de haber transcurrido más de una década, y de la ya casi mítica evolución de la tecnología electrónica en los últimos años, nada hace pensar a corto o medio plazo en previsiones más optimistas que las sugeridas en esta frase.
Es cierto que ya hay en funcionamiento numerosas máquinas capaces de emitir sonidos asimilables lingüísticamente a los que articula el ser humano, o de entender algunas secuencias verbales, pero el estado de desarrollo actual de estos sistemas está en realidad muy alejado de lo que suele proponer el gran espectáculo masmediático.
Al mencionar el gran espectáculo masmediático, no me estoy refiriendo al famoso HAL‑9000 de Arthur C. Clarke, popularizado por Kubrick en su odisea espacial, o al dorado robot multilingüe de “La Guerra de las Galaxias”. Hablo de la información cotidiana, de artículos y programas habituales en prensa, radio y televisión. Es fácil, por ejemplo, leer en los diarios titulares como: “Mister Macintosh, El locutor informático” (El País, 12/11/87), “Maquinas con ojos y oídos” (La Vanguardia, 17/3/85), “El ordenador que habla en castellano” (El País, 22/6/84), que echan las campanas al vuelo anunciando vertiginosos saltos neo‑tecnológicos, y tras los que sólo hay, en realidad, diminutos, lentos y laboriosos avances sobre la síntesis de un número limitado de sonidos similares a los que articula el ser humano en determinada lengua, o sobre el reconocimiento de algunas de las complicadísimas estructuras sonoras que utilizamos habitualmente en la comunicación oral.
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