El tema de la sociedad de la información ha absorbido la imaginación de tecnólogos, sociólogos y, más recientemente, del gran público. Rara vez en nuestra historia ha atraído un tema tanta atención y generado tantos volúmenes de literatura produciendo al mismo tiempo tan escasa profundidad crítica y comprensión de sus auténticas implicaciones a largo plazo. La combinación de asombro ante las inmensas posibilidades técnicas y la agresiva promoción llevaba a cabo por los proveedores de equipo y servicios ha creado la impresión de que las tecnologías de la información (es decir, la aplicación de la microelectrónica a las funciones informáticas y de telecomunicaciones) tienen algo de mágico. Uno se siente impulsado a creer que una adecuada inyección de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones resolverá los problemas económicos, sociales, políticos y culturales de cada sociedad y del mundo entero. Las gentes parecen invitadas a someterse a la autoridad de las nuevas tecnologías.
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