La información en la televisión pública se guió primero por la objetividad, luego por la responsabilidad. La creatividad, la comunicación y la credibilidad del público han sido postergadas en beneficio de una actitud paternalista.
La tarde del martes 15 de abril de 1986 fue sin duda uno de los peores momentos para los defensores del monopolio informativo de la televisión italiana. El famoso periodista y presentador italiano Enzo Biagi acababa de regresar de Trípoli con una entrevista exclusiva con Gadafi ‑filmada horas antes del ataque norteamericano contra Libia‑, cuando se le notificó que tal entrevista no podría ser emitida en su programa semanal. La dirección de la RAI estimó que la aparición de Gadafi en televisión podía suscitar temores y reacciones emocionales y desencadenar tensiones en el país. Aquella tarde la televisión italiana tuvo en sus manos uno de los mayores golpes periodísticos de su historia, pero la dirección prefirió proteger la sensibilidad ciudadana y no exponerla a una peligrosa propaganda.
La responsabilidad de los medios en la política informativa es un problema muy antiguo y que no es fácil de manejar. La novedad es que la próxima llegada del dinamismo propio de la televisión comercial a los servicios informativos puede disminuir el crédito, ya discutido del ente público. En realidad, la aplicación o utilización de esta doctrina a lo largo de los últimos años por muchos canales estatales ha levantado polémicas, críticas y descontentos.
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