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Telos / Número 12
La evaluación de la tecnología en España [01-01-2000]
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  Luis Sanz Menéndez
 
ISSN :1575-9393
El sistema ciencia‑tecnologia existente en España explica el retraso en la evaluación de la tecnología, salvo en ensayos aislados. La Ley de Investigación Científica y Técnica de 1986 ayuda a consolidar un modelo de ET asociado al poder ejecutivo.

Hablar de la evaluación de tec­nología en España es casi como preguntar a un pobre de solemnidad sobre el sabor que más aprecia: el caviar o el salmón. El pobre seguro nos diría “déjenme primero probar el salmón y el caviar y luego «evalua­r黓.

¿A qué se hace referencia cuando se habla de la Evaluación de Tecnologías (Technology Assessment) (ET). Hay dos ideas principales en la interpretación que se suele hacer del con­cepto. “Por un lado la evaluación de tecnologías es vista como una forma de investigación sobre las consecuencias sociales del desarrollo tecno­lógico. Por el otro, sin embargo, es vista como una forma excepcionalmente institucionalizada de apoyo al proceso de toma de decisiones so­bre políticas y programas de desarrollo científi­co y tecnológico”

¿En qué circunstancias y momento han surgi­do las oportunidades y la situación para que esa actividad (ET), que pretende estudiar los impactos sociales de la tecnología y orientar la política tecnológica y la toma de decisiones so­bre asuntos de ciencia y tecnología, se desarro­llase e institucionalizase? En una sociedad el primer requisito es que la presencia de innova­ciones tecnológicas haga perceptible la necesi­dad social del estudio de su impacto. Esto es, evaluar la tecnología “más conveniente”, con el fin de orientar las formulaciones de la política científica, exige que la tecnología sea un ele­mento activo en la sociedad y que el Estado haya planteado al menos la existencia de una política científica y tecnológica.

Esta problemática tiene precedentes anti­guos. Con la Economía Política Clásica y sus críticos se planteó que el sistema capitalista te­nía una inmensa capacidad de desarrollar las fuerzas productivas o de incrementar la produc­tividad. A principios de siglo Schumpeter hizo de la innovación el elemento central de su teo­ría del desarrollo capitalista. Pero fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando clara­mente comenzó a plantearse que la tecnología no es un factor independiente del cambio so­cioeconómico; el progreso tecnológico no es un producto de “fuerzas autónomas”, sino que puede verse y explicarse como el resultado de la demanda de la sociedad, expresada a través del mercado (2).
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