El sistema ciencia‑tecnologia existente en España explica el retraso en la evaluación de la tecnología, salvo en ensayos aislados. La Ley de Investigación Científica y Técnica de 1986 ayuda a consolidar un modelo de ET asociado al poder ejecutivo.
Hablar de la evaluación de tecnología en España es casi como preguntar a un pobre de solemnidad sobre el sabor que más aprecia: el caviar o el salmón. El pobre seguro nos diría “déjenme primero probar el salmón y el caviar y luego «evaluar黓.
¿A qué se hace referencia cuando se habla de la Evaluación de Tecnologías (Technology Assessment) (ET). Hay dos ideas principales en la interpretación que se suele hacer del concepto. “Por un lado la evaluación de tecnologías es vista como una forma de investigación sobre las consecuencias sociales del desarrollo tecnológico. Por el otro, sin embargo, es vista como una forma excepcionalmente institucionalizada de apoyo al proceso de toma de decisiones sobre políticas y programas de desarrollo científico y tecnológico”
¿En qué circunstancias y momento han surgido las oportunidades y la situación para que esa actividad (ET), que pretende estudiar los impactos sociales de la tecnología y orientar la política tecnológica y la toma de decisiones sobre asuntos de ciencia y tecnología, se desarrollase e institucionalizase? En una sociedad el primer requisito es que la presencia de innovaciones tecnológicas haga perceptible la necesidad social del estudio de su impacto. Esto es, evaluar la tecnología “más conveniente”, con el fin de orientar las formulaciones de la política científica, exige que la tecnología sea un elemento activo en la sociedad y que el Estado haya planteado al menos la existencia de una política científica y tecnológica.
Esta problemática tiene precedentes antiguos. Con la Economía Política Clásica y sus críticos se planteó que el sistema capitalista tenía una inmensa capacidad de desarrollar las fuerzas productivas o de incrementar la productividad. A principios de siglo Schumpeter hizo de la innovación el elemento central de su teoría del desarrollo capitalista. Pero fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando claramente comenzó a plantearse que la tecnología no es un factor independiente del cambio socioeconómico; el progreso tecnológico no es un producto de “fuerzas autónomas”, sino que puede verse y explicarse como el resultado de la demanda de la sociedad, expresada a través del mercado (2).
|