En la evolución y el panorama actual de las artes plásticas en España hay que englobar la irrupción del discurso tecnológico. El video y el ordenador muestran aún una débil incidencia. Pero desde el público se asiste a un claro apoyo a la incorporación de las nuevas tecnologías.
Parece necesario reconocer inicialmente que el discurso tecnológico ha cogido totalmente a contrapié a la actualidad de las artes plásticas en nuestro país. Las razones de esa desconexión, que a primera vista se advierte profunda, hay que situarlas no tanto en el hecho de que el momento artístico sea rotundamente pictórico, en contraposición a otros periodos ‑la década de los setenta, por ejemplo‑, más afines al experimentalismo, sino en que ambos discursos, pictórico y tecnológico, responden a concepciones culturales distintas. Uno parece hundir sus raíces en la cultura agraria y el otro se proyecta a una sociedad aséptica. Y, sin llegar al distanciamiento que propone Juan Cueto con la “tercera cultura tecnológica”, lo cierto es que “la sola existencia en nuestra realidad española de ese discurso tecnológico altera profundamente aquellos principios culturales sobre los que está edificada la cultura tradicional española”.
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