La radio viene siendo la gran olvidada de los análisis prospectivos sobre el futuro del sistema comunicativo, expulsada del centro de atención de los estudiosos fascinados por el "bit!" "bit!" de los satélites, las fibras ópticas, el ordenador, etc. Considerada una anciana tecnología, apenas si merece alguna referencia en sus estudios, y la mayoría de ellas para pronosticarle un negro futuro frente al crecimiento de la videocomunicación.
Malos tiempos para la... radio" esta idea refleja el estado de ánimo con que afrontan su mirada al futuro, convencidos de que el "arcaico" medio no sabrá encontrar un espacio propio en el paraíso telemático. Olvidan sin duda que desde su nacimiento, la radio ha sabido incorporar en su beneficio todas las innovaciones tecnológicas, desde que en 1948 se inventara el transistor que le liberó de la estaticidad y le otorgó lo que con el tiempo se convertiría en una de sus mayores virtudes: la movilidad.
Pero las negras previsiones sobre su futuro reaparecen cada vez que nace un nuevo medio. Cuando en los años 40 empieza a despuntar la televisión, los "expertos" se apresuraron a certificar la defunción de la radio. El golpe fue duro, pero no mortal. El medio supo reaccionar, buscar nuevos caminos, hacerse con un espacio en el nuevo ecosistema comunicativo, y fruto de esa reacción ha vivido algunos de los momentos más esplendorosos de su historia,
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