La genealogía de los satélites de comunicación muestra sus estrechas vinculaciones a la guerra fría y la carrera militar. Su introducción en América Latina, rodeada de las expectativas de una ideología desarrollista, plantea numerosos interrogantes que deben ser despejados desde el punto de vista de la vida humana.
Puede parecer un juego de palabras: los satélites artificiales que surcan el cielo, no vienen del cielo. Es decir: los satélites tienen historia. El hecho es conocido y sin embargo no siempre se tiene en cuenta cuando se discute sobre el papel que cumplen en los días que corren. Las cosas ocurren como si esa historia se independizara del objeto tecnológico y no pesara sobre su uso contemporáneo. Parece que los orígenes no tuvieran significación alguna: desprovisto de inconsciente, el satélite está allí, neutro e inocente; sin huella.
En las notas que siguen sugeriré que los satélites de comunicación tienen una historia que se articula con la historia propiamente dicha y que en el caso de América Latina participa de las reiteraciones del continente: dependencia, conflictos, ilusiones, ideologías engañosas. También señalaré que, por una parte, la instalación de satélites en algunos países latinoamericanos no es más que el capítulo local de un mito que se extiende: la comunicación; y que, por otra, constituye la versión mostrenca de un hábito generalizado: olvidar preguntarse qué necesidades satisfacen los satélites, qué voluntad los impone, a qué concepción de la realidad responden, en qué favorecen el bienestar de los seres humanos.
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