Diversos son los congresos que se han celebrado o están en proyecto en España sobre informatización y las implicaciones sociales, económicas y culturales de ésta; hay conciencia de que es el fenómeno más importante del presente en cuanto a consecuencias futuras. ¿Será posible manipularlo sabiamente o caerá como una ambigua bendición, beneficiosa y destructiva a la vez, como lo ha sido el coche para la ciudad? Sea cual fuere la respuesta está claro que el proceso es ya irreversible: la información es el recurso escaso de nuestro tiempo, la riqueza más codiciada, porque confiere poder.
Cuando hace diez mil años sobrevino la revolución agrícola, el recurso escaso eran los excedentes alimenticios controlados por el caudillo guerrero que, al ampliar su territorio de dominio, devenía rey y más tarde emperador. Al producirse hace tan sólo dos siglos la revolución industrial, el recurso escaso que confería poder fue el capital, acumulado por los empresarios dueños de los medios de producción. De los propietarios de tierras el poder pasó a los propietarios de capital.
Ahora vivimos lo que bien podría llamarse tercera revolución, la revolución cibernética y en ella el recurso escaso que confiere poder es la información. Quien la posee, genera, controla y domina los resortes del poder. Es natural, por tanto, preguntarse como afectará esta tercera ola a las estructuras sociales, económicas y culturales que hace pocos lustros cristalizaron de la revolución industrial y que apenas han tenido tiempo de sedimentarse.
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