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Telos / Número 1
Olvidar la comunicación [01-01-2000]
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  Armand Mattelart
 
ISSN :1575-9393
LA aparición de las nuevas tecno­logías de comunicación puede signifi­car perfectamente tanto la ocasión para asumir la historia de nuestras socieda­des como un pretexto para alejarnos de ella inexorablemente.

Una de las características fundamen­tales de esta época de mutación tecno­lógica, en que la comunicación desem­peña un papel tan importante, consiste en su posible interpretación desde perspectivas radicalmente opuestas. Sin embargo, hoy más que nunca, el ma­niqueísmo que reparte las perspectivas que nos ofrece el futuro, según el opti­mismo desbordante o el pesimismo apocalíptico, se muestra inoperante para calificar las transformaciones que afectan en nuestros días a los sistemas de comunicación y de información. Las concepciones que pretenden atribuir un carácter positivo o negativo a la evo­lución de esos sistemas según sea po­sitivo o negativo el signo que se asigne al progreso técnico, son escasamente idóneas para dar cuenta de la amplitud del sentido del proceso al que estamos asistiendo. Pretender que la técnica so­porte sobre sus alas el peso de la his­toria, significaría hacer demasiado ho­nor a la técnica.

Las nuevas tecnologías de comunica­ción sólo pueden ayudarnos a restable­cer los lazos con la historia y reactivar la memoria de nuestras sociedades con una condición. la de aceptar la idea ele­mental según la cual los modelos de im­plantación de las tecnologías de comu­nicación y la creación de sus usos so­ciales se construyen a partir de adapta­ciones, de transiciones, de resistencias y, sobre todo, siguiendo caminos con­tradictorios en los que se enfrentan ideas, intereses y proyectos sociales diferentes. Al mismo tiempo, se trata asi­mismo de aceptar que los instrumentos conceptuales forjados para designar esas realidades presuntamente nuevas son susceptibles de interpretaciones y utilizaciones radicalmente opuestas.

Así, después de todo, ¿qué es un sis­tema de comunicación social sino un modo de articulación entre grupos y ac­tores sociales? ¿Qué es un modo de co­municación sino un conjunto de prácti­cas sociales, cuando hemos superado la idea de confundir a ambos con un bati­burrillo de simples técnicas?

Por otra parte, la historia de los gran­des sistemas de comunicación de ma­sas podría escribirse a partir del exa­men de los esquemas implícitos o ex­plícitos de las alianzas sociales que los sustentan; esquemas que definen clases y grupos beneficiarios y que privan a otros del poder de definir su propia identidad; esquemas que apuntan prio­ridades en la forma en que se utilizan los recursos de creatividad de un gru­po, de un país, de una región; esquemas, finalmente, que fijan las referencias do­minantes, es decir, las que determinan lo que constituye una cultura «legítima».

La consciencia de este hecho permi­te comprender por qué hoy más que nunca en la historia los sistemas de co­municación constituyen una piedra an­gular para la redefinición de la vida democrática.
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