LA aparición de las nuevas tecnologías de comunicación puede significar perfectamente tanto la ocasión para asumir la historia de nuestras sociedades como un pretexto para alejarnos de ella inexorablemente.
Una de las características fundamentales de esta época de mutación tecnológica, en que la comunicación desempeña un papel tan importante, consiste en su posible interpretación desde perspectivas radicalmente opuestas. Sin embargo, hoy más que nunca, el maniqueísmo que reparte las perspectivas que nos ofrece el futuro, según el optimismo desbordante o el pesimismo apocalíptico, se muestra inoperante para calificar las transformaciones que afectan en nuestros días a los sistemas de comunicación y de información. Las concepciones que pretenden atribuir un carácter positivo o negativo a la evolución de esos sistemas según sea positivo o negativo el signo que se asigne al progreso técnico, son escasamente idóneas para dar cuenta de la amplitud del sentido del proceso al que estamos asistiendo. Pretender que la técnica soporte sobre sus alas el peso de la historia, significaría hacer demasiado honor a la técnica.
Las nuevas tecnologías de comunicación sólo pueden ayudarnos a restablecer los lazos con la historia y reactivar la memoria de nuestras sociedades con una condición. la de aceptar la idea elemental según la cual los modelos de implantación de las tecnologías de comunicación y la creación de sus usos sociales se construyen a partir de adaptaciones, de transiciones, de resistencias y, sobre todo, siguiendo caminos contradictorios en los que se enfrentan ideas, intereses y proyectos sociales diferentes. Al mismo tiempo, se trata asimismo de aceptar que los instrumentos conceptuales forjados para designar esas realidades presuntamente nuevas son susceptibles de interpretaciones y utilizaciones radicalmente opuestas.
Así, después de todo, ¿qué es un sistema de comunicación social sino un modo de articulación entre grupos y actores sociales? ¿Qué es un modo de comunicación sino un conjunto de prácticas sociales, cuando hemos superado la idea de confundir a ambos con un batiburrillo de simples técnicas?
Por otra parte, la historia de los grandes sistemas de comunicación de masas podría escribirse a partir del examen de los esquemas implícitos o explícitos de las alianzas sociales que los sustentan; esquemas que definen clases y grupos beneficiarios y que privan a otros del poder de definir su propia identidad; esquemas que apuntan prioridades en la forma en que se utilizan los recursos de creatividad de un grupo, de un país, de una región; esquemas, finalmente, que fijan las referencias dominantes, es decir, las que determinan lo que constituye una cultura «legítima».
La consciencia de este hecho permite comprender por qué hoy más que nunca en la historia los sistemas de comunicación constituyen una piedra angular para la redefinición de la vida democrática.
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