Es muy tentador decir que nada cambió y que entre 1976 y 1988 el discurso sobre las políticas de comunicación cayó en el vacío sin mayor fruto que la discusión teórica o la retórica política. Pero para
quienes fuimos formados en el espíritu de este discurso y en el contexto de vertiginosos cambios sucedidos
en estos doce años en las comunicaciones en América latina, se nos hace difícil creer en un fracaso
absoluto de tantos esfuerzos. Es preferible pensar que la situación actual de las comunicaciones en la región
es producto de las múltiples presiones por el cambio, la democratización, el desarrollo empresarial, la
innovación tecnológica y la eficiencia de los procesos.
En estos doce años todo se transformó y una generación de comunicadores, decisores y empresarios
provista de una nueva forma de pensar su práctica tomó la posta. Quizás ya no se trataba de los modelos
ideales de los 70, de la sociedad deseable democrática y de participación plena. Pero junto con la paulatina
democratización de la región, la ampliación de los públicos y la acumulación empresarial, industriales, aca-démicos
y políticos respondieron a tendencias crecientes en los sistemas de comunicación: producción
nacional, libertad de expresión, información regional, exigencias de integración, niveles de calidad,
racionalización económica.
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