Una de las últimas ideas –quizá sólo sea un globo sonda– del Ministerio de Educación y Cultura es acabar con las pruebas de selectividad y sustituir éstas por otro sistema de rancio nombre, la reválida, que todavía está por concretar. ¿Se trata sólo de un cambio de nombre o se pretende más bien dar carpetazo a una fórmula de selección que, al margen de las críticas recibidas, no ha dado malos resultados?
|