Periódicamente aparecen en la prensa informaciones inquietantes sobre el problema. Síntomas conocidos, causas descritas a las que nadie parece hacer frente y tiempo que corre sin solución sobre los sufrientes maestros que, mal pagados y desprestigiados, aguantan el tipo como pueden. Y, por si fuera poco, a las tensiones clásicas se une ahora la puesta al día en herramientas tecnológicas que en sus balbuceos arrollan a los más, con una sobrecarga de trabajo que ni se reconoce ni se remunera. Como para no volverse tarumba.
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