Se había acostumbrado a leer el periódico a través de Internet. Pensaba que la paciencia era una virtud que compartía con el resto de lectores. Hasta que un buen día, mientras usaba el ordenador de un amigo, comprendió que unos pocos segundos eran suficientes para descargar cualquier página. Sorprendido, se fijó que el módem de su anfitrión funcionaba a 33 Kbps, y el suyo a 56 Kbps. ¿Dónde estaba el truco? La voz de su camarada llegó desde la cocina: “¿Te fijaste que bien funciona el nuevo servidor proxy de mi proveedor? Ahora no podría Navegar sin su ayuda”. Tenía toda la razón: nadie debería navegar sin un proxy. Le descubrimos el porqué
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