Una de los rasgos más característicos de la emergente sociedad de la información es la tendencia a confundir el conocimiento con la posibilidad de acceder en el menor tiempo posible a un gran volumen de datos e informaciones. En una carrera casi obsesiva contra el tiempo, los medios, en una sucesión ininterrumpida e indiscriminada de informaciones de toda naturaleza, persiguen la difusión de los acontecimientos en el mismo momento en que se producen.
Esta avalancha de datos va minando la capacidad de comprensión de los destinatarios pues una definición completa de información no puede obviar su aspecto significante. La comprensión no puede estar separada de la reflexión y esta por definición se opone al vértigo de lo inmediato.
Esta confusión entre la forma material (cuantificable) de la información al ser transmitida y su significado es una de las características fundamentales de los medios electrónicos, acentuada por la extensión de la digitalización a todas la técnicas de comunicación.
Como sugieren algunos autores "esta sencilla distinción entre forma y sentido de la información conduce a una cuestión esencial: la forma material que representa la información digital (…) ¿es susceptible de transportar y tratar la información cualitativa sin alterar su sentido?". (Breton-Proulx 1990:79)
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