La participación no es un término que tenga un mismo significado para todos los miembros de la comunidad educativa, de ahí la necesidad de clarificarlo. En este sentido, el autor nos desvela algunas falacias relativas al concepto: la participación como algo que se concede, como un proceso que afecta sólo a cuestiones marginales e irrelevantes, como un simulacro, etc. Desmontar estas falacias exige un esfuerzo para perfeccionar las estructuras que facilitan la participación en los centros y superarlos obstáculos que la dificultan: falta de información, de tiempo, de experiencia; obsesión por la eficiencia, cultura individualista, etc.
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