Como la experiencia está narrada en otro artículo y como considero que no es necesario repetir aquí lo escrito ya en el informe voy a pretender con este artículo dos finalidades:
a) Abstraer el procedimiento de evaluación de manera que las reflexiones sobre él sirvan no sólo para narrar algo de la experiencia, sino para reflexionar sobre el propio proceso de evaluación y sus complicadas aplicaciones a cualquier campo educativo.
b) Exponer algunas consideraciones que son mezcla de ideas sobre la formación permanente del profesorado y su relación con la metodología de evaluación empleada.
No defiendo aquí la evaluación por la evaluación, como otra cosa complicada más que hacer, sino aquellas actitudes, actividades y criterios que defendemos aquí y que, ahora, le llamamos evaluación. Es sólo un modelo concreto de aprender a formarse.
Podemos apreciar en cualquiera de las actividades educativas que hay profesionales que olvidan en la práctica, atacan o desprecian la evaluación ceno una actividad de conocimiento público, de conocimiento profesional y de comprensión de los hechos educativos. Todos deberíamos postular, como ciudadanos y profesores, una concepción de funcionario público que nunca permitiera obstaculizar las valoraciones y exigencias de los diferentes colectivos implicados en la evaluación.
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