Europa cuenta con cerca de dos millones de personas calificadas como grandes consumidores de drogas ilegales, una realidad que genera riesgos sociales asociados como el aumento de la siniestralidad laboral, las incapacidades laborales temporales (ILT) o el aumento de enfermedades mentales y trastornos del comportamiento como el riesgo de suicidio, psicosis, conducta criminal o dependencias de estímulos nocivos. El Plan Nacional sobre Drogas (agencia gubernamental para afrontar el problema médico de las adicciones en España) destaca que el consumo de estas sustancias contribuye notablemente a la propagación masiva de enfermedades como la hepatitis, la tuberculosis o el SIDA, una pandemia en la que el 40 por ciento de los casos tiene su origen en el consumo de drogas por vía parenteral o intravenosa
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