Lo específicamente humano, a niveles sociales y en relación con lo que llamamos comunicación científica, no está en la intercomunicación personal sino, primero, en la autoconsciencia del poder implícito que el acto comunicativo encierra y, en la actualidad, ya elevado a rango científico a través de la aplicación de las nuevas tecnologías y de la psicosociología, en el hecho consolidado de la utilización de la información como arma de dominio de una minoría de seres humanos sobre la mayoría del cuerpo social.
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