Hace cinco años en la escuela donde trabajo decidimos cambiar la manera de enseñar a leer y escribir. Esto nos llevó a preguntarnos qué suponía la globalización y nos dimos cuenta que hasta aquel momento, el hecho de trabajar por Centros de Interés no implicaba necesariamente globalizar. Profundizamos, gracias a la asesora, en las diversas concepciones que se reflejan en la práctica escolar sobre la globalización. Trabajando por Centros de Interés las “materias” seguían siendo independientes, aunque giraran alrededor de un tema. Fue entonces cuando nos dimos cuenta del sentido sumatorio que estábamos utilizando. En realidad no usábamos las materias para resolver los problemas que nos surgían en el trabajo: si trabajábamos los caracoles, pintábamos caracoles, contábamos caracoles, hacíamos caracoles de barro, sumábamos caracoles...
Vimos que la diferencias que establecíamos entre las materias, las utilizábamos solamente para hacer un serie de actividades ficticias, aditivas y acumulativas, que tenían muy poco que ver con un modelo de enseñanza relacional y comprensivo en el cual creíamos pero que no sabíamos como configurar en la práctica. Otro aspecto importante que cambió fue el de tener presentes los conocimientos que el grupo ya posee del tema. Muchos y muchas de nosotros ya lo teníamos en cuenta, pero de una manera no reflexiva. A veces escuchábamos lo que sabían del tema, pero después apenas lo usábamos. A partir de este momento somos conscientes de que lo más importante de las primeras explicitaciones de las niñas y niños es cómo nos ayudan a avanzar en el trabajo, a organizarlo y a ir relacionando lo que encontramos de nuevo con lo que ya sabemos. Esto es aprender.
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